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Tokio foto Jaime Martin

Tokio, ¿cómo dice?

Tokio es la capital de país más ruidoso del mundo (detrás le sigue España) según la Organización Mundial de la Salud. En el imaginario colectivo siempre se asocia a la capital japonesa con la modernidad, especialmente en lo que se refiere a la electrónica, y en ese como en otros tantos aspectos, la ciudad nipona no defrauda.

Muchos visitantes se quedan sólo con escudriñar las cientos de tiendas que pueblan la llamada “calle eléctrica” en busca del último modelo de una cámara de fotos o de un novísimo juego que aún sólo se comercializa en Japón. Allí se palpa el capitalismo salvaje en el que está instalada la urbe, y por ende, todo el país, pero también se percibe que más que adaptarse a Occidente, lo que han hecho es tomar lo que les gusta o sirve del mundo global e integrarlo en su propia cultura. Pero no todo es “ruido”. Sus milenarias tradiciones siguen intactas. Los templos sintoístas y las pagodas budistas proliferan y en ellos se percibe,  más que el respeto, la veneración por su religión. El templo de Sensoji, en Asakusa, es el mayor y el más espectacular. Su imagen resume lo que es Japón: un santuario situado en un cuidadísimo parque rodeado de inacabables rascacielos. También en los jardines del Palacio Imperial se muestra todo el ceremonial que, a pequeña escala, podemos disfrutar en las intimistas ceremonias del té con que debemos deleitar a nuestro paladar en algún momento de la visita.

"El silencio es un bien tan preciado que hasta está prohibido que suenen los móviles en el metro" Tokio está hecha a imagen y semejanza de la mentalidad de los nipones. Todo tiene su sitio, cada área está destinada a un aspecto concreto de la vida. Así para trabajar acuden a la zona de Shinjuku, cuya estación de metro acoge a dos millones y medio de viajeros día tras día, lo que la convierte en la más transitada del mundo. El tren es la base del transporte

Tokio está hecha a imagen y semejanza de la mentalidad de los nipones. Todo tiene su sitio, cada área está destinada a un aspecto concreto de la vida. Así para trabajar acuden a la zona de Shinjuku, cuya estación de metro acoge a dos millones y medio de viajeros día tras día, lo que la convierte en la más transitada del mundo. El tren es la base del transporte nipón y su puntualidad es infalible. Para las compras está el distrito de Ginza, atestado de tiendas de lujo, en un mundo donde el dinero no escasea precisamente. El consumismo es acentuado y el ir a la última, una obligación. Sus imponentes edificios en nada tienen que envidiar al Manhattan neoyorquino. Para la diversión está Shibuya, cuyos pasos de cebra diagonales ya hacen adivinar el gran hormiguero que nos ofrece a la vista la ingente presencia de viandantes por sus estrechas calles.

Tokio aparcamiento foto JMartin

La noche se funde en Roppongi, plagado de centros de masaje, de karaokes y restaurantes. Eso sí, para comer el mejor sushi lo ideal es ir al mercado de pescado de Tsukiji y dejarse aconsejar en las barras de los minúsculos locales que lo rodean.  La prueba de que todo está compartimentado en Tokio se halla en su metro, donde el silencio es un bien tan preciado que hasta está prohibido que suenen los móviles. Esa misma paz y sosiego se halla en sus numerosos parques, donde ni una hoja, ni una rama se salen del trazo diseñado por sus esmerados cuidadores. Para compensarlo, los salones de Pachinko, un juego parecido a nuestra tragaperras, ofrecen un desquiciante torrente de luces y sonido. Sólo allí se permiten dar rienda suelta al desenfreno. Todo un contraste respecto a su habitual servilidad y buena educación con una cultura puesta al servicio del trabajo y de la confianza en los demás. 

Texto y fotos: Jaime Martín

Publicado en EL Duende nº 81. Noviembre de 2007

Tokio: ¿Cómo dice?