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Juan Soto Ivars
#ElNavegante
 
Ilustración Verónica Durán
 
Ya sabéis cómo son, en qué manos están. Escriben tu nombre y presumen poniéndote el adjetivo más grandioso. Escriben héroe y se apropian del héroe. Te impulsan y te protegen, el combustible entra a borbotones en los motores, miles de personas han ido a despedirte a Cabo Cañaveral y casi puedes escuchar cómo corean tu nombre desde tu cápsula hermética. El jaleo se mezcla con la voz del centro de mando y su rosario de órdenes.
 
-Ese influencer lo ha conseguido.
 
Todo se detiene. Hace dos semanas que el influencer se empeñó en hacerlo. Había que recibirlo con palmadas en la espalda, invitarlo a tomar algo y ahora lo había logrado. Su resonancia le abre todas las puertas. Maneja el hype como una pócima. Tres preguntas al primer astronauta de la nueva era. #ElNavegante, escribió el influencer, creando una insignia para gorras y camisetas.
 
-Retomaremos los preparativos cuando acabe. Procura que sea rápido, el reactor está en 40 y no debería enfriarse mucho más.
 
-¿Cómo vamos con el clima?
 
-Veamos. El satélite…
 
-Entra en 10… 9… 8…
 
Misión Beethoven 4, highlights: coronación de la órbita terrestre con la nave, triple vuelta a la tierra, impulso de eje gravitatorio y aquí llega el verdadero disparo: abandono de la órbita ecuatorial previsto para las 16 horas (tiempo de la misión), salto lunar. Alunizaje en el Mar de la Tranquilidad previsto para las +10 x 43h.
 
El influencer está molesto. Notó que querías zanjar la conversación. Tu respuesta fue ciertamente elitista. 'Aquí estamos a cosas más importantes que las relaciones públicas, la gente no entiende el valor de esta misión'. Grave Error. '#ElNavegante se cree mejor que nosotros'.
 
En una casa lejana:
 
-Quita esta mierda.
 
-¿No quieres ver el despegue?
 
-Ese tío es un elitista. Me la suda su puta misión.
 
7…
6…
5…
4…
 
Aquí es donde el pulso se acelera. Las constantes vitales se escuchan altas y claras en el centro de mando, como si la nave fuera un inmenso estetoscopio. Sólo la popularidad del astronauta baja más deprisa.
 
3…
2…
1…
 
Ignición. Llamaradas. La velocidad. Parto orbital. La tierra arrancada de todo, la atmósfera como una placenta que se desgarra al espacio infernal, la vibración del metal entumeciendo las manos y los pies del hombre. La respiración deja de ser automática durante unos segundos. Pero intentas sonreír. La sonrisa disgusta.
 
-Mirad qué cara de suficiencia, qué se habrá creído.
 
Describes una curva en el cielo antes de que los motores primarios agoten todo su combustible, ya casi basura espacial. Ahora vas como la seda. El domingo aterriza en el Cabo y tú te alejas. Diez años de misión es mucho más que una cifra. Han adelantado tu primer discurso. Ignoras que lo han hecho a la desesperada. La resonancia online de la misión sigue despeñándose. Das tu discurso, preparado in extremis por el equipo de guionistas. Después suspiras. '¿Pero qué mierdas dice #ElNavegante? ¿Nos toma por estúpidos? ¡Que naufrague!'
 
Las escotillas de la cápsula son pequeñas, hay algo oscuro e inconmensurable detrás, una sustancia sin peso ni volumen, la nave corrompe su inmensidad tanto como un sol o un planeta, los dioses griegos debieron viajar, piensas, en una nave como la tuya.
 
En la tierra:
 
-Estamos intentando alargarlo, pero va a ser imposible. En un par de horas no podremos hacer nada más.
 
-Pero…
 
-No tengo por qué repetirlo, no hay más que decir.
 
-Ese hombre está ahí afuera, en la luna, es un filón.
 
-Y nosotros estamos aquí abajo, entre el barro. Lo odian.
 
-Podemos hacerlo. Tenemos nuevas ideas, he reunido a todo el equipo creativo.
 
El director de contenidos mira al cielo azul por la ventana. La atmósfera infectada de luminosidad impide ver la luna.
 
-No quieren mirar.
 
-¿No te das cuenta de que es tarde? Lo hemos disparado.
 
-Las cosas no tienen por qué salir como uno esperaba. Esto es algo que ya habíamos aprendido.
 
-¿Y lo vamos a dejar ahí, flotando?
 
-Pensad algo nuevo, yo perdono los errores que se enmiendan.
 
Han pasado seis horas del lanzamiento. Sólo se habla de la misión como un anacronismo. El director está descorazonado. Aprendimos a domar el vacío cósmico pero no se puede gestionar el vacío del desprecio humano. La cara del #ElNavegante aparece todavía en su pantalla. El entrecejo fruncido, atrapado en la estrechez con que se diseñó la cápsula para atravesar la inmensidad, la minúscula barca de Caronte.
 
El equipo de creativos celebra una pequeña ceremonia de despedida.
 
Pero no hay tiempo. Todos quieren conservar sus puestos. Toman el pulso del mundo, registran las constantes vitales de la opinión pública, los impulsos nerviosos de este monstruo que rige el destino de todos, los tiempos han cambiado. Para cuando se hayan embarcado en un nuevo proyecto, el #ElNavegante penetrará en la base, se quitará la escafandra. En el Mar de la Tranquilidad reina un silencio total. Las luces, en su triste parpadeo, no se han dado cuenta de que el hombre ha alcanzado el astro. A quién le importa.   
 

El navegante. Juan Soto Ivars