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Un viaje para los que viajan solos
El manuscrito de Sichuán
 
Autor Benjamin G. Rosado · Ilustración: Paloma Asensio
Pasajero: Gonzalo Suárez
 
Este es un viaje ideal para quienes gustan de viajar solos, como es el viaje del lector. Aunque en este caso lo harán, entre nieblas, junto a Gonzalo Suárez (Oviedo, 1934). Con él al timón, 'remarán al viento' entre las páginas de un guión escrito por él mismo y pendiente aún de rodaje.
 
Tal es el empeño de la protagonista de El manuscrito de Sichuan, un guión malogrado por los censores de la televisión que Suárez se resiste a desempolvar. Porque ya nadie lee y porque Europa se ha llenado de fronteras, el escritor y cineasta pone rumbo a La Mancha sin más equipaje que 'un bolígrafo, un papel y unas gafas de realidad virtual'. 
 
¿Cuál sería un viaje utópico ideal? Mi viaje utópico sería volver a nacer sabiendo de qué va la película y actuar en consecuencia. Como reportero me contentaría con alcanzar a Cervantes, dos días antes de su muerte, en el también hipotético viaje del prólogo de su último libro. Eso es lo que precisamente intenté en el guión de El manuscrito de Sichuan que rechazó en su día TVE y se negó a reconsiderar en las efemérides del cuarto centenario. Lo lamento. Hubiera sido otro Remando al viento. Tendré que esperar un centenario más…
 
¿En qué consistiría eso de 'remar al viento de los molinos'? En el prólogo de la segunda parte de El Quijote, Cervantes soñó que el emperador de China fundaba una escuela en la que El Quijote sería el libro donde los chinos aprenderían el castellano y a él le proponía dirigirla. Pero, como no le pagaba el viaje, renunció. Sin duda, era una broma premonitoria. Eso me sugirió el principio de la historia.
 
Una niña china encuentra un manuscrito en las aguas de un río donde se relata el viaje de Cervantes a Toledo dos días antes de morir, y se propone alcanzarlo, a través del espacio y el tiempo, para que le cuente una última historia. Personajes y episodios se suceden. La batalla de Lepanto, el cautiverio en Argel, los amores adúlteros y los problemas con la justicia se alternan con el mítico descenso a la cueva de Montesinos o un viaje a lomos de Clavileño sobrevolando la laguna Estigia. Hubiera sido una fantástica película. Pero no quiero hablar más de ello. 
 
Como cineasta, renegaste de Hollywood. Como escritor, sentiste fascinación por París. ¿Qué esperas encontrar en La Mancha? No renegué de Hollywood. De ahí vinieron nuestros dioses y diosas hablando nuestro idioma, doblaje mediante, y nos conquistaron. De mayor no he perdido la esperanza de llegar a parecerme a Cary Grant en Con la muerte en los talones. Pero París siempre fue París hasta que Europa dejó de ser Europa. Ahora el mundo entero, incluida La Mancha, es una coctelera. No debemos olvidar que, en su tiempo, los libros de caballería, de origen francés, y la influencia italiana de Cervantes, como en Shakespeare, sobrepasaban cualquier contexto nacional. La imaginación y los sueños no tenían fronteras y la cultura nos unía donde ahora la economía nos separa.
 
¿Fue acaso Don Quijote un Frankenstein, una suma de personajes reales? Todo escritor, incluso de ficción, se alimenta en alguna medida de su experiencia y entorno. Pero las criaturas de El Quijote no tiene nada que ver con el monstruo de Mary Shelley sino, más bien, con los personajes de los libros de caballería o la lírica de Petrarca o las pastoriles de Virgilio. Puede, de todas maneras, que estemos acordándonos de Cervantes demasiado tarde, cuando ya son pocos los que saben leer y menos los que hayan leído El Quijote. Al parecer, interesan más sus huesos.  
 
¿Qué tendría que ocurrir para que retomaras el proyecto de El manuscrito de Sichuán? En el mundo existen otras necesidades más perentorias. Sería más urgente una campaña para enseñar a leer y a escribir, siempre y cuando antes hayamos dado de comer. Para la cultura debe haber otros estamentos, como en Francia para el cine, por ejemplo, y no olvidar que las películas dan trabajo a mucha gente y contribuyen a la identidad de un país.
 
El síndrome de albatros es un viaje a la deriva de los barcos en el que se mezclan el teatro, el cine, las memorias... ¿Se hibridarían también los géneros en tu viaje utópico? La mezcla de géneros ha sido una de mis obsesiones literarias. Y lo sería también en mi viaje. En el libro que acabo de terminar, y del que todavía no he encontrado el título, sigo intentándolo como lo hice en Con el cielo a cuestas, donde se mezclan retazos autobiográficos con otros imaginarios. 
 
¿Alguna recomendación para futuros viajeros que quieran seguir tus pasos? Que inventen el cine. Como a los pioneros, no nos queda otro remedio. Y que se salgan de las salas y las pantallas si fuera preciso. Lo importante es la mirada.  
 

Un viaje para los que viajan solos