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Ferran Barenblit. Ruido de fondo

¿Qué tiene en común escuchar a Sonic Youth, ver una piscina apoyada en la pared o hacer una paella en una terraza? Que todo ello, y mucho más, ha sucedido en el CA2M Centro de Arte Dos de Mayo de la Comunidad de Madrid, que acaba de celebrar su quinto aniversario como uno de los protagonistas indiscutibles del arte en Madrid. Hacemos balance con su director, Ferran Barenblit.

El hecho de que la imagen del perfil de Ferran Barenblit (Buenos Aires, 1968) en Facebook siga la estética de los personajes de los Simpson no es más que una pincelada sobre la manera de ser de quien gestiona el centro que expone los fondos de arte contemporáneo que poseemos los madrileños. Su imagen de cercanía y complicidad es la misma que posee el CA2M, pero ese sentido del humor no choca, sino todo lo contrario, con la seriedad con la que plantea su discurso y con la que se estructura toda la estrategia del centro. “No queremos inventar una tipología de museo que no exista. Creo que en España, y en Europa en general, pero aquí un poco más, se ha intentado mucho inventarlas, cosa que no me parece mal; es una constatación. Creo que tiene mucho que ver con la Historia de España, que pasó, de golpe, de la premodernidad a la posmodernidad. Pero la convencionalidad del CA2M es en el formato, no en los contenidos. No inventamos otra forma de hacer exposiciones, nosotros queremos hacerlas buenas”.

Actualmente podemos ver dos nuevas (y buenas) exposiciones: ‘Sin motivo aparente’ y ‘Colección VII’, esta última, dentro de PHotoEspaña. Precisamente, al ser preguntado sobre las obras que más le han impactado recientemente, apunta a dos de esta última.Emocionar es una opción en el arte. Apelar a lo emocional es una construcción relativamente moderna”, puntualiza, algo que lleva a cabo en casi todas sus respuestas, y prosigue: “A mí me emocionan las cosas que me hablan de biografías y de momentos vitales. Dos ejemplos recientes son la obra que exponemos de Sigalit Landau [una pieza de vídeo que muestra el cuerpo desnudo de la artista israelí que se mueve al son de un hula hoopde alambre de espinos], o la serie de fotos con tres momentos de nuestra historia reciente, una foto de Massats en los 50 [con una muestra de abnegada religiosidad], la `dolce vita´ de la Calle Serrano en los 60 y la explosión de la supuesta libertad de la Transición”. Y añade otra a la lista, la del pabellón Libanés en la pasada Bienal de Venecia, de Akram Zaatari, “que trata de mostrar cómo se ve la realidad a través de los ojos del enemigo”.

Pero un centro de arte son mucho más que sus exposiciones. “Es importante que en la cabeza de los que estamos al frente del programa público mantenga la misma importancia, simbólica y presupuestaria”. En ese programa están, por ejemplo, las Picnic Sessions, de las que esta revista es medio colaborador (ver página 71), que son una pequeña parte del enorme esfuerzo que hace el centro en este sentido. Todo ello se dirige a un objetivo primordial: “Desarrollar y aprender, junto a nuestros visitantes, a crear una capacidad crítica”. Así la exposición ‘Sin motivo aparente’ se centra en la loable tarea de que el espectador construya su propio discurso ante las obras y, por extensión, en todos los aspectos de la vida, buscando una rebelión interna. Nada menos.

Y de estos cinco años, ¿algún proyecto concreto del que sentirse más orgulloso?Es difícil… ¿Cual de tus hijos es más guapo? Nosotros funcionamos por nodos temáticos. Hay uno muy claro, la revisión de la historia reciente a través de la música. Sonic Youth, ‘Pop Politics’, el ciclo de cine ‘Grietas en el asfalto’, son buenos ejemplos.

Haciendo balance, ¿con qué se queda? Lo mejor de este lugar es su público. El mayor logro es haber sido capaces de poner en marcha una institución que tenga como objetivo primero y último nuestra audiencia. Hemos rechazado muchas veces cuestiones que tienen que ver la espectacularidad de las propuestas. Pero medimos muy bien la información que le damos al público para que tenga ganas de leerla y de disfrutar de lo que están viendo. Estoy muy satisfecho de un programa coherente, con sentido, en el que exposiciones, actividades públicas, educación, colección, han podido hilvanar una trama coherente. Al final lo que queda es el ruido de fondo, en un espacio de pensamiento.

¿Hay respuesta a la eterna pregunta sobre qué es el arte y su finalidad? El arte no va a curar el hambre en el mundo o va a encontrar un remedio contra el cáncer, pero posiblemente nos dé un mundo donde esas cosas sean factibles.  

CA2M de la Comunidad de Madrid. Colección VII. Hasta el 8 de septiembre / Sin motivo aparerente. Hasta el 29 de septiembre.

Texto: Javier Agustí

Foto: Martin Parr, Benidorm, 1998. Dentro de la exposición Colección VII.

Ferran Barenblit. Ruido de fondo