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CABECERA_ILUS

Max

Max
Ultravisión singular

Max, Francesc Capdevila (Barcelona, 1956), figura entre los grandes nombres ilustres de la viñeta, la ilustración y el cómic. No sólo porque su carrera iniciada en la década de 1970 cuente con una evolución personal curtida, coherente, labrada e ingeniosa sino porque siempre ha querido traspasar fronteras uniendo disciplinas artísticas.

En 2011 Max vuelve a la palestra homenajeado en la exposición retrospectiva ‘Max: Panóptica 1973-2011’ del Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad (MuVIM) que refleja las distintas caras de un artista polifacético. La exposición, que podrá verse en Valencia hasta el 28 de agosto y después viajará a México, Argentina y Brasil de la mano del Instituto Cervantes, cuenta con 120 obras originales  y proporciona “la visión total” de su trayectoria. En ella, “se trata de no acentuar nada en especial sino de poner al mismo nivel las obras producto de 38 años de trabajo”, comenta Max, al tiempo que lo que más le costó fue “centrar su obra de la etapa underground de los 70, “que jamás se ha reeditado y que nunca había expuesto antes”.

Max hace balance de sus trabajos más recientes. “La ilustración semanal para Babelia me resulta de lo más estimulante. El concierto dibujado con Pascal Comelade del año pasado en Madrid, Comarcal 61 revisitada, fue una experiencia genial. Ahora acabo de estrenar una obra de danza contemporánea, Malasombra, con la compañía Au Ments, para la que he hecho el guión y la estética visual, una experiencia novedosa y muy emocionante para mí”.

Sus frecuentes colaboraciones (además de con el mencionado P. Comelade, con Santiago Auserón, Neotokyo o Los Planetas) han mostrado su debilidad. “El trabajo del dibujante es demasiado solitario y centrípeto. Cuando uno entra en contacto con artistas de otros campos y se produce el “flechazo” personal y la sinergia creativa, es algo comparable a una explosión centrífuga, que te abre la mente y te lleva a sitios insospechados. Yo siento afinidad especial por la música. ¿He dicho ya que en otra vida quiero tocar la guitarra en una banda de rock? Así que las colaboraciones han sido casi siempre con gente de ese mundo”.

Max

¿Ha ganado su mirada profundidad con los años? Aceptar que la realidad es compleja y que sus facetas son múltiples forma parte del aprendizaje de cualquier humano, artista o no. La riqueza de una obra reside en su capacidad de sugerir múltiples lecturas a largo plazo. En el mundo contemporáneo todo se diseña para su impacto y consumo inmediato y para ser reemplazado rápidamente, y yo voy sencillamente por otro camino.

¿Cree que el artista tiene que ‘mojarse’ cuando la situación social y política no va bien, por ejemplo, tal y como están las cosas? Bueno, no sólo el artista tiene que mojarse, cualquier persona debe hacerlo. Ahora bien, cada uno es muy libre de elegir su nivel de compromiso personal con estas cuestiones y yo tengo dos cosas claras: el que permanece al margen, el apolítico, está, de hecho, entregando su inacción al servicio del poder mayoritario. Pero también es cierto que el arte es arte, y no propaganda. Yo, por cierto, he hecho mis excepciones a esta última regla y debo decir que al final nunca me han satisfecho.

¿Cómo ve el futuro? No es que piense que no hay futuro, pero sí pienso que hay que vivir como si no lo hubiera. Nunca hago planes para más allá de un par de años vista, que es lo que me lleva más o menos hacer un libro desde la primera concepción de la idea hasta su publicación. Cuando miramos al pasado nos damos cuenta de que continuamente se pierden y se ganan cosas, y la vida es una montaña rusa. Aparte de lo obvio –se pierde juventud y se gana, ejem, sabiduría- yo no volvería a mis 18 años ni reharía mi vida de otra manera.

Texto: Andrés Castaño

www.maxbardin.com

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